Imagen en un relicario guardado en sur de Francia.
El barco que transportó María Magdalena al sur de Francia también transporta un cuerpo momificado que dicen ser la Madre María, Madre de Jesucristo.
En la tradición oculta, después de la crucifixión de Jesús, María Magdalena, su hermana Marta y su hermano Lázaro, fueron perseguidos y exilados de Palestina en un barco sin velas, remos o suministros, abandonados a su suerte en mar abierto.
Con ellos en el barco, iban María Salome, madre de los apóstoles, Santiago el mayor y Juan; María de Cleofás, madre de Santiago el menor y hermana de la Madre María; Sara hija de María Magdalena; José de Arimatea, Maximín, uno de los seguidores de Cristo y Cedonius, el ciego que fue sanado por Jesús.
Después de pasar por una gran tormenta en el mar, el barco llegó por manos Divinas a la costa de Galia (actual sur de Francia).
En Galia los seguidores de Jesús, iniciaron un renacer del cristianismo puro, haciendo memoria de las enseñanzas de Jesucristo por manos de María de Magdala.
Con su devoción y amor profundo, Magdalena transmitía el amor de Cristo a sus seguidores.
Los seguidores de Cristo siempre estuvieron resguardados, al cuidado de Órdenes del tiempo de Jesús, al servicio de la verdad y del grial, pero para poder sobrevivir, la palabra fue transmitida en cuevas y lugares secretos a los ojos comunes.
La palabra de Cristo permaneció viva, fruto del camino recorrido por María Magdalena y varios apóstoles en Europa.
Caballeros templarios y apóstoles viajaron en misiones sagradas con el intento de llevar la palabra de los puros (primeros cristianos), a diferentes lugares de Europa.
Varios documentos históricos, obras de arte y templos, nos revelan su presencia en distintos lugares de Europa.
Fundadora de la verdadera iglesia de Cristo, maestra de sabiduría y conocedora de los misterios más profundos de la vida de Jesús, María de Magdala inspiró el movimiento cátaro de los cristianos puros, representantes de un linaje santo.
Años más tarde, María Magdalena regresa a Galia, donde se retira a una cueva de montaña, ahí permaneció durante los últimos años de su vida en ayuno, contemplación y oración. Jesucristo siempre estuvo con ella, y en el tiempo en que permaneció en la cueva, María Magdalena ascendía al cielo siete veces al día para recibir sus enseñanzas.
Sus últimos días en la tierra fueron de profunda devoción y compasión hacia todos los seres.
Sara, su hija, nunca la dejó sola y siguió los pasos de su madre después de su ascensión.